Si eres un poco despistado y o no
compraste nuestro "Orientator" a tiempo, tu brújula puede dejar de
funcionar en cualquier momento. ¿Qué podemos hacer para encontrar de nuevo
nuestro rumbo? ¿A quién acudir? Al orientador o eso dicen. En mi caso yo nunca
he acudido a ninguno, si eso, han tenido que venir ellos a mí, ya sabéis, si
Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma, pero quizás sea ya
demasiado tarde.
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A nadie le gusta que venga un señor
o señora a decirle lo que tiene que hacer o puede hacer según sus capacidades.
Yo siempre he ido un poco por libre y he sido inocente, idealista y poco analítico.
Todo esto tiene sus peligros: cuando te das la ostia, te la comes tu solo y es
todo culpa tuya. Por ello es necesario potenciar la figura del orientador,
hacerle más cercano, no obligatorio, pero si presente en las vidas de los alumnos a
la hora de, por ejemplo, elegir las optativas o, especialmente, para hacerles
pensar cual quieren que sea su futuro de una forma racionada y analítica, no contentándose
con una respuesta comodín como la que yo siempre di.
Si me preguntabas antes de empezar
la universidad cual quería que fuera mi profesión, mi respuesta fue durante
años y años que quería ser arqueólogo. Poco tarde en cambiar de idea al ver en
que consistía tal labor y quitarle toda la brillantina que la TV y el cine le
habían dado a esta profesión No, no quería ser un Indiana Jones, de quien
curiosamente no he visto ninguna película, sino más bien Lara Croff y, sobre
todo, Sydney Fox, protagonista de la serie cazatesoros.
A lo largo de la carrera no vi
futuro, ni me terminó de llamar eso de estar al sol limpiando con cuidado los
restos de una civilización perdida (las ruinas no me gustan, eso hubiera sido
un buen indicio a tener en cuenta). Quería aventuras, interactuar con gentes
diversas y no tener soliloquios con los muertos y sus secretos. Los secretos de
los vivos son más jugosillos.
Muchas veces cuando decía que quería
estudiar Historia, salía lo de ser profesor y yo me negaba, no quería ni oír
hablar de ello. Aguantar los hijos de otros, no gracias; pensar en seguir
encerrado de por vida en el instituto, no gracias. Después de un año perdido,
casi dos si contamos el "quinto" de la carrera, tuve en cuenta esta
opción. Sí, se repite el estereotipo, dedicarse a la educación no es nunca lo
prioritario.
Pero ahora con mi brújula en proceso
de reimantarse, me doy cuenta de que quizás si lo es para mí. Sé que no soy la
persona que mejor habla en público, ni la que más tranquila lo hace (comprobado
lo tenéis) pero es todo cuestión de practicar y controlarse, ¿no?
😉.
Si con la docencia me llevo otra
ostia, bienvenida sea, hay que disfrutar de lo bueno y aprender de lo malo. Lo
que he madurado estos dos años no lo cambio por nada, aunque tenga el cerebro
aún medio atrofiado por el desuso y la desidia.
Todos tenemos una orientación, una
que viene de dentro. Por tanto, la labor del orientador tiene que ser la de
hacer descubrir a la persona hacia donde apunta su brújula personal, de
descubrir cuál es su norte, dándole las facilidades para no perderse y para
esquivar los obstáculos.
Y hablo de esto porque en Orientared.com no van la mitad de documentos y el que vi sobre la anorexia, no da mucho para contar. Es una pequeña lista de "síntomas" o acciones que pueden aludir a que tal persona tiene anorexia, para que los alumnos los detecten en sus compañeros y puedan ayudarles.
Escribes muy bien Diego! Me ha hecho mucha gracia el "corto" de la montaña y Mahoma ;) Nunca hay que cerrar las puertas al porvenir pq no sabemos lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Está bien que tengas claro que no quieras hablar con momias muertas pero estoy segura que algún paracetamol te tocará tomar después de clase al dejar tus alumn@s ;) Suerte y no te preocupes por el "trac" (como decimos en francés)de hablar en público, eso pasa al principio... Para serte sincera, cuando vea un abanico me acordaré de ti ;)
ResponderEliminarMe encanta tu blog. Y la ironía y lenguaje que usas
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