El experimento del que yo quiero hacer mención es el del
profesor Stanley Milgram del año 1961 sobre la obediencia a la autoridad,
aunque a los participantes se les decía que era para valorar la eficacia del
castigo a la hora del aprendizaje. En el experimento había implicadas tres
personas, uno que dirigía el proceso; uno que sufría los "castigos",
el alumno; y, el verdadero sujeto de pruebas, el maestro, quien los
administraba.
Un experimento de esos poco éticos que ya no se suelen
hacer, pero con el que quiero resaltar la importancia de esas gotas de empatía
a la hora de la enseñanza. Los alumnos son seres humanos como nosotros y
sufren, tienen malos días, no siempre pueden responder a nuestras expectativas.
Nosotros, profesores y maestros, no podemos dejar que desde arriba nos ordenen
sistemáticamente el amargar su vida, ni podemos dejar que nos la amarguen
haciéndolo. Sí, es necesario algo de disciplina, pero el castigo o, por lo
menos, la mayoría de ellos no deberían de estar presentes en el sistema
educativo. ¿Si quisiéramos trabajar con máquinas o clones? no estaríamos aquí
¿verdad? Si existen unas normas, que estas estén consensuadas por los
implicados y siempre en disposición de ser reformadas.
Si queremos obtener resultados, ¿no será mejor incentivar su
curiosidad por el mundo y la vida, para que ellos solos se pongan a investigar,
a preguntarse cosas y en definitiva a aprender? ¡Pues no es algo tan
complicado! La tienen de forma natural, pero la escuela se la ha quitado.
Debemos de evaluar, sí, pero sin convertir una nota en un
momento dado, una acción o un día especifico en la base de los castigos y los
premios. Debería de valorarse el progreso individual del alumno y del profesor
el interés que es capaz de crear en ellos. La educación es cosa de dos, no
siempre es culpa del alumno la falta de interés. Entonces ¿porque solo vamos a
evaluar al alumno?
Dejémosles que sean un poco marujas y no dejen nunca de
estar al visillo, ansiosos por encontrarse con el próximo cotilleo. Porque la
vida tiene muchos misterios y los más golosos aún están por descubrir. Otro
alumno más no lo logrará, ese alumno quizás sí.
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